Son las 10 en punto de la mañana, las puertas del elevador se abren y entro al recinto. El lugar es un collage impresionante: por aquí un taller de carpintería, más allá un mini-estudio de televisión, por allá una sala de conferencias. En el bullicio del lugar se pueden escuchar todas las entonaciones imaginables del inglés. Pasan diez minutos y se escucha una voz por el micrófono: “Bienvenidos al primer hackatón del festival internacional de la ciencia”. Todos aplaudimos y nos emocionamos como si estuviéramos en un concierto de rock. Pero nadie va a usar el escenario para cantar el día de hoy. En lugar de eso escuchamos atentos la presentación de una docena de proyectos: desde un collar para rastrear la actividad de tu perro, hasta un programa para ayudar a analizar los datos del Gran Colisionador de Hadrones.
Me encuentro ni más ni menos que en el science hack day organizado por el “World Science Festival 2013 (Festival Mundial de la Ciencia 2013)” en la ciudad de Nueva York. La idea del evento es bastante simple: personas de muy diversas áreas con interés en la ciencia nos reunimos un fin de semana con el objetivo de hacer hacks, es decir, proponer soluciones innovadoras (aunque no necesariamente elegantes o bien desarrolladas) a problemas concretos relacionados con diversos proyectos científicos, mejorar o extender sus aplicaciones, aportar ideas, construir dispositivos, probar programas o incluso comenzar proyectos nuevos. Todo en un tiempo récord y trabajando en equipos con personas que recién acababas de conocer y que pueden ser desde estudiantes de preparatoria, hasta profesores retirados, pasando por ingenieros, artistas, científicos, diseñadores, escritores o periodistas, por mencionar algunos.

La diversidad de proyectos también es impresionante: por un lado está un físico cuántico de la Universidad de Zúrich que quiere crear un modelo estándar que sea fácil de entender para la gente común y los estudiantes de física que se empiezan a interesar en el campo; por el otro, hay un biólogo molecular de la Universidad de Nueva York que secuenció el ADN de las bacterias de un billete de un dólar; más allá está un ecologista interesado en crear un dispositivo que rastree la basura.
Yo me intereso en el proyecto de un joven estudiante del Instituto Politécnico de Nueva York. Se trata de una aplicación para iPad llamada “lewis dots”. Es un pequeño programa que muestra de forma interactiva el concepto de la formación de uniones entre los átomos y que a los niños les suele gustar bastante.
Acaba el hack day (que en realidad fueron dos: sábado y domingo) y termino exhausto, pero me siento muy satisfecho por la experiencia. Aunque no pudimos avanzar tanto como nos hubiera gustado con la aplicación (dos días es muy poco para todas las ideas que surgieron, incluso para una aplicación relativamente simple), salgo con una gran sonrisa en el rostro, pues conocí un gran equipo de personas interesadas en hacer que la ciencia llegue a la gente y me enteré de algunas útiles herramientas para los que estamos interesados en la divulgación y la ciencia ciudadana.
Es temprano y todavía queda una hora para la conferencia-debate a la que asistiré, así que paseo un rato por la feria callejera que el festival instaló cerca del Washington Square. Me impresionan las multitudes de niños que se acercan a ver las demostraciones que los científicos de las principales universidades de la ciudad prepararon para ellos. El festival es enorme y muy interesante. El stand del Museo de Historia Natural me llama particularmente la atención, pero no puedo verlo a detalle porque se me está haciendo tarde y debo apresurarme para llegar a tiempo al debate.

Llego a la hora exacta y a los pocos minutos las luces se apagan y la conferencia comienza. Destacados científicos y expertos del área de la epigenética (como el Dr. Jean-Pierre Issa, uno de los pioneros en el uso de una “terapia epigenética” para el tratamiento de algunos tipos de cáncer) discuten sobre las implicaciones sociales de esta ciencia naciente que busca el vínculo entre los genes y el medio ambiente. Mi área de investigación es precisamente la epigenética, así que sobra decir que estoy bastante emocionado por ver a varios de mis ídolos discutiendo entre ellos en un ambiente completamente distinto a la formalidad de los congresos científicos. La discusión abarca una gran cantidad de temas y el tiempo fue poco: se discuten ideas básicas sobre lo que sabemos de epigenética y su implicación para la vieja pregunta de ¿qué es más importante los genes o el ambiente?. La plática continúa con el tema de la privacidad de los datos epigenéticos y su falta de regulación, así como las nuevas tecnologías para obtenerlos y analizarlos. El debate finaliza con las implicaciones de la epigenética en la salud pública. Una cosa me queda clara: hay todavía mucho por discutir y aún más por explorar.
El día termina y no podría estar más feliz. Al ver las sonrisas de los niños que les van platicando a sus padres las cosas que vieron, me doy cuenta que no fui el único. No puedo evitar sino pensar en mi país y en lo increíble que sería tener un evento de este tamaño ahí. ¿Qué mejor forma de llevar la ciencia a la gente que mostrándola en la calle? ¿Qué mejor manera de inspirar a la próxima generación de investigadores y tecnólogos que mostrándoles las maravillas científicas cuando son niños? Ya para este punto mi deseo se transforma en convicción: algún día México tendrá un festival internacional de las ciencias, algún día tal vez no demasiado lejano…

Posdata: Si saben inglés y quieren ver algunas de las conferencias del festival, hagan clic en este link. No se las pierdan, están todas muy interesantes.
Esta entrada fue publicada originalmente en el blog de Más Ciencia por México. Agradezco a los editores de Más Ciencia que contribuyeron a mejorar el texto.