La imagen del científico loco es relativamente común. Aunque el estereotipo del hombre despeinado que trabaja en un laboratorio remoto haciendo experimentos bizarros está muy alejada de la realidad, la locura y la ciencia parecen no estar tan lejos una de la otra, al menos no en los años recientes.
Un par de artículos publicados en el portal de The guardian así lo ponen de manifiesto (los puedes leer aquí y aquí). Aunque se han realizado pocos estudios al respecto, algunos investigadores sugieren que los problemas mentales relacionados al estrés, el agotamiento y el exceso de trabajo son cada vez más comunes en la academia (y mayores que en la población en general). Peor aún, la cultura en el mundo académico suele ignorar estos problemas e incluso tiende a hacerlos más graves.
Las razones se las puedes preguntar a cualquier estudiante de doctorado, postdoctorado o científico que está iniciando su carrera: los apoyos por parte del gobierno y otras organizaciones son cada vez más escasos y por lo tanto más exigentes (al punto de ser irracionales); la oferta de personas con doctorado supera la demanda en varios países y la seguridad laboral es baja a pesar de los años de preparación, estudio y trabajo; adicionalmente la tasa de publicaciones científicas ha ido en aumento constante desde hace ya algunas décadas y no tiene signos de declinar, lo cual hace que sea cada vez más difícil estar al día y crea una mayor expectativa en cuanto a la productividad individual (entendiendo productividad como número de artículos publicados) de parte de las universidades, las agencias de financiamiento y la misma comunidad científica.
Pero déjame dar un paso atrás y explicarte a grandes rasgos en qué consiste dedicarse a la ciencia en forma profesional (los detalles varían de área en área, lo que te voy a platicar está sesgado al área de las ciencias biomédicas). Primero que nada, debes estudiar una carrera en algún área relacionada a la ciencia. Por supuesto una simple licenciatura de 4 años no es suficiente así que después estudias una maestría y/o doctorado para especializarte. Tras unos 5 o 6 años de preparación y ya con el título de doctor en la mano, comienzas la búsqueda de entrenamiento postdoctoral. Si eres diligente y afortunado/a encontrarás un sitio en algún laboratorio en el extranjero, en el que trabajarás (idealmente) como investigador semi-independiente pero ganarás sólo un poco más que un estudiante. Tras 2 o 3 años de ser postdoc (aunque el tiempo promedio de estancias postdoctorales también ha ido en aumento en los últimos años) ya estás en posición de buscar y (con otro poco más de suerte y buenos contactos) conseguir tu primer trabajo en la academia (para este momento, alrededor de 2 de cada 3 personas que iniciaron el proceso ya habrán fracasado).
Sin embargo obtener el trabajo es sólo el primer paso: lo siguiente es obtener dinero para financiar tus experimentos. En México la principal agencia de finaciamiento es el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). A pesar de que por ley México debe invertir el 1% de su PIB en Ciencia y Tecnología, esta disposición no se ha cumplido. El porcentaje que se destina al rubro (y por lo tanto el presupuesto que Conacyt tiene para financiar proyectos) varía año con año (típicamente anda por debajo del 0.4% del PIB) y suele ser de las primeras cosas que se recorta cuando la economía no va bien. La situación en otros países no es alentadora tampoco: El NIH, el principal órgano de finaciamiento en el área de la biomedicina en EUA, otorga dinero sólo al ~15% de las solicitudes que recibe, y el porcentaje baja año con año. Así que necesitas tener otro poco de suerte para comenzar tu trabajo en un año con buen financiamiento y obtener el dinero que necesitas para ir equipando tu laboratorio, contratando estudiantes y comenzando tus proyectos de investigación.
Si pudiste conseguir el dinero, debes ahora desarrollar tu investigación y dedicarte a una cosa principalmente: publicar (y hacerlo antes que otros investigadores que pueden estar trabajando en proyectos similares al tuyo). El Sistema Nacional de Investigadores (el SNI) te evaluará principalmente por el número de publicaciones que tengas al año. Otras actividades como la divulgación de la ciencia, la impartición de clases o la formación de recursos humanos, no tendrán tanto peso (se toman en cuenta, claro, aunque el SNI evaluará el número de clases que impartiste, o el número de estudiantes que titulaste, no si lo hiciste bien o mal), así que las relegarás a segundo término. Suponiendo que alcanzaste las cuotas que el sistema te pide, irás avanzando de nivel tanto en el SNI como en tu Universidad o Instituo, hasta que finalmente lograrás lo que muchos consideran el premio final: la definitividad, es decir, la seguridad de que hagas lo que hagas no te podrán correr de tu trabajo. El tiempo de obtención de la definitividad varía muchísimo y depende de muchos factores, pero no suele ser menos de 5 años. Entonces: 4 años de carrera, 6 de maestría/doctorado, 2 de postdoc, 5 más como investigador suman unos 17 años hasta tener una posición segura y “libre” de estrés. Y estamos hablando de lo que muchos considerarían una carrera meteórica. Como ya te habrás hecho una idea, el proceso está lleno de momentos de inseguridad, frustraciones, y posibles colapsos nerviosos.
Pero en realidad el tiempo y el esfuerzo no son el fondo del problema, finalmente muchos científicos nos consideramos privilegiados porque nos pagan por hacer lo que amamos. El problema es que precisamente la idea de seguir nuestra pasión nos lleva a tolerar e incluso fomentar (aunque sea de forma inconsciente) actitudes muy dañinas que ninguna persona en su sano juicio soportaría en otras circunstancias. La ciencia requiere una gran inversión física, mental y emocional. Algunas personas señalan que esa es la fuente del conflicto: a los científicos nos cuesta trabajo separar lo personal de lo laboral.Pero ¿cómo evitas involucrarte personalmente en una actividad que consideras no sólo tu trabajo sino tu pasión? La misma definición de pasión implica un vínculo emocional muy fuerte. No, el problema no es ese. En mi opinión el aumento de investigadores con problemas psicológicos es el síntoma de un sistema que se está volviendo cada vez más disfuncional. Me parece que hay una tendencia cada vez mayor a manejar la ciencia como una empresa, a exigir resultados a corto plazo, a enfocarse en números y estadísticas como un fin, no como un medio. El sistema privilegía la competencia más que la colaboración, premia desproporcionadamente a unos cuantos y deja a la gran mayoría con muy poco. No voy a decir que los científicos no tenemos la culpa, con frecuencia nos adaptamos a las malas tendencias y las hacemos nuestras. Irónicamente, ignoramos lo que los datos nos dicen y seguimos con un modelo que está muy lejos de funcionar idealmente. Como mencionan las notas de The Guardian, ya hay algunas cosas que se están haciendo al respecto, pero los esfuerzos son más bien aislados. Hay también otras propuestas interesantes que buscan replantear el modo como se entiende y se financía la ciencia, que también pueden ayudar. Lo importante es que hay que reconocer algo: tenemos un problema. Ahora, como buenos científicos, busquemos las soluciones que mejor se ajusten con la realidad, aún si estas requieren derrumbar viejos mitos o tradiciones centenarias.
¡Y dónde están los artículos de “The Guardian” que prometiste al inicio de tu nota?
Me gustaMe gusta
Puedes consultarlos donde dice: “(los puedes leer aquí y aquí)”, haciendo click en los “aquí”. Pero por cualquier cosa acá también te dejo los links:
http://www.theguardian.com/higher-education-network/blog/2014/mar/01/mental-health-issue-phd-research-university
http://www.theguardian.com/higher-education-network/2014/mar/06/mental-health-academics-growing-problem-pressure-university
Muchas gracias por comentar 🙂
Me gustaMe gusta